Haití pide a gritos ayuda ¡¡help¡¡

[adrian nogueiro]

Destrucción, gritos, desesperación, caos y confusión, es lo que trasladan a la opinión pública las imágenes de la catástrofe en forma de terremoto que ha sembrado las calles de Puerto Príncipe. Es difícil abstraerse al fuerte impacto que dejan en la retina unas imágenes tan agónicas y tantas veces repetidas. Se dice y según mi criterio, no sin razón, que la multitud de imágenes que día tras día nos pasan las 24 horas los diferentes medios de comunicación, acaban consiguiendo justo lo contrario de lo que inicialmente perseguían. Es ya muy complicado impactar de forma considerable en los que día tras día están frente a la caja tonta. El exceso hace que la gente acabe inmunizándose. Esta es una de las pocas ocasiones que a día de hoy hacen que algo se mueva dentro de ti.

El deambular por las calles, sin rumbo fijo, con la mirada perdida y sin plena conciencia de la magnitud de tan brutal catástrofe, te hace tomar consciencia de lo que para todas esas personas, acostumbradas a carecer de todo, en su resignado papel de desheredados de la tierra, puede significar el día después. Por el momento el impacto inicial, hace que el estado de shock, esconda el más absoluto desamparo y tristeza, que se irá apoderando de cada uno de ellos. Haití, necesita la ayuda urgente de todos, para salir del caos inicial que ha sembrado la desgarradora naturaleza, pero sobre todo, lo que los Haitianos necesitarán es un proyecto a largo plazo que dignifique su forma de vida.

Haití ha sido un ejemplo para todos en el pasado, un ejemplo de lucha que ha significado un gran logro para el ser humano, ya que ha sido el primer país del mundo en que los esclavos abolieron el sistema esclavista de forma autónoma, sentando un precedente definitivo para que se aboliera la esclavitud en el resto del planeta. Nos corresponde ahora a nosotros devolver en su justa medida el magnífico regalo que este noble pueblo nos ha dejado en herencia a toda la humanidad. Es obligación de todos cooperar a que lo antes posible el pueblo haitiano recupere la alegría de vivir que siempre le ha caracterizado.

Ya está bien que siempre sean los mismos, los que sufren los mayores estragos de la madre naturaleza, ya está bien que al final cada vida humana que se pierda en estos países se convierta en una fría cifra anotada en un vasto papel, que tras apagarse los focos del sensacionalismo de la noticia, no interesen a nadie. Una vida humana tiene el mismo valor e importancia, con independencia del lugar en que le haya tocado en suerte nacer o vivir. En el fondo, los sentimientos, los anhelos y el derecho de satisfacerlos no deben estar marcados por el lugar geográfico que ocupamos, sino por el más elevado estado de consciencia que nos hace que al nacer y al morir todos seamos iguales.

Las ayudas del mal llamado primer mundo, no deben quedarse en paliar los primeros momentos de la emergencia, mientras la desgracia se convierte en noticia, sino que, por el contrario, una vez que la atención del planeta se focalice a otro lugar, trabajar seriamente, sin intereses espurios por medio, para dotar a este pueblo de unas infraestructuras dignas y sólidas que no permitan que se convierta en noticia cada vez que la dinámica de la naturaleza tenga el capricho de hacer su aparición. Tenemos la oportunidad de que esta reconstrucción sea un ejemplo de buen hacer para tiempos venideros, y no el negocio de unos cuantos, que su mayor objetivo es conseguir la mejor rentabilidad, incluso cuando se trata de la desgracia ajena. El reto es importante, trabajemos con ellos y para ellos, teniendo en cuenta sus verdaderas necesidades. Ellos mejor que nadie saben cuáles son. No les impongamos las nuestras.

La cicatriz que este devastador terremoto va a dejar en la conciencia colectiva de los haitianos va a ser muy profunda e imposible de olvidar, por lo que va a necesitar la ayuda, el cariño y la solidaridad de las mejores manos, de los mejores profesionales, que les guíen y les ayuden a encontrar la luz, donde hoy sólo hay oscuridad. No obstante, este pueblo está muy acostumbrado al sufrimiento, lo llevan conformado como un gen más de su ADN, es un pueblo alegre y dinámico que sabrá encontrar su sitio y de la desgracia hacer virtud.